Parte 3
Pero vayamos más allá. Dime, Yoanis, si mañana ocurre un milagro y desaparecen los castristas, ¿qué va a hacer el pueblo cubano? ¿Se va a poner a trabajar como loco para salir de la miseria material que padece? ¿Va a exigir participar de la creación de las estructuras institucionales para que la naciente democracia no acabe convirtiéndose en una partitocracia, como en Europa y EEUU? ¿Va a vigilar por la existencia garantizada de un estado de derecho y del bienestar que ni siquiera conoce? ¿De dónde van a salir los grandes capitales que hayan de reconstruir la nación? De los propios cubanos, desde luego, no. Ni siquiera de los más afortunados de entre el éxodo de Miami. Por un lado, no tienen dinero suficiente. Por el otro, ya son más yankees que cubanos y no ven demasiada rentabilidad en semejante hipotética inversión, por si no te habís dado cuenta aún, alma cándida. ¿Entonces, de dónde surgirán las inversiones necesarias? De capital privado extranjero y de ayudas de países capitalistas y organismos como el FMI. Interesante, sin duda. El FMI y las potencias extranjeras exigirán que Cuba se adecúe en su comportamiento económico a los principios del liberalismo y el libre mercado, y las empresas extranjeras simplemente funcionarán en suelo isleño en base a las leyes de la rentabilidad. Después de cinco largas décadas en las que todo el mundo ha tenido empleo si así lo ha querido, llegan los yumas, se hacen con las empresas estatales; los gerentes empiezan a analizar el papel que desempeña cada trabajador en la empresa; la mayor parte de los currantes no hacen nada y lo hacen mal. Despide a la mitad de la plantilla e incorpora savia nueva. ¿Qué hacemos con los despedidos? ¿Cómo van a pagar su manutención en un contexto de mercado, en el que el precio de todo va a subir rápidamente y la libreta habrá desaparecido? ¿Los dejamos morir de hambre? No, establecermos subsidios, claro. ¿Con qué dinero? Con el de los beneficios de las empresas estatales no podrá ser, porque ya habrán sido privatizadas. Problemón. Entonces, dirán los más listos, con los impuestos. ¿Impuestos? Cuidado, no gravemos demasiado las rentas más altas, como la de los nuevos inversores, no sea que decidan llevárselas a otra parte del mundo. Coño, esto es más complicado de lo que parecía. ¿Y qué ocurrirá cuando se privatice, como en el mundo capitalista, el agua corriente, la electricidad y el teléfono? Escalada de precios. El cubano empieza a pensar: “Pues esto no es tan bonito como me lo habían dibujado? Me dijeron que podría tener carro, celular e Internet, pero no me habían dicho que había que pagarlo”. Y es que ahí está el problema: el cubano lo quiere todo gratis. Papá Estado provee desde hace 50 años y no conocemos el precio de ganarse el pan con el sudor de la frente, en el aspecto más gráfico del concepto. El cubano no trabaja ni sabe trabajar. ¿Va a aprender de pronto, con que simplemente caiga el castrismo, Yoanis? ¿Va a aprender en dos días a ser rentable para su empresa? ¿Va a dejar de robar a ésta porque sí, porque ahora va a romper con esas malas prácticas, dejando de mangonear de su centro de trabajo? ¿Cuántas décadas de reconversión y socialización serán necesarias para convertir a los cubanos en un pueblo trabajador, responsable y productivo? Pero estoy divagando. Podría extenderme mil páginas más sobre la sinvergüencería del cubano (mal padre, mala madre, peor cónyugue…, pecados todos estos que no podemos achacar a Castro, claro está, y que tú no tienes ovarios ni lucidez suficiente para reflejar en tu bitácora. Aunque, claro, por esas cosas no te pagarían los señores del exterior…), pero no quiero hacerme mala sangre. Así que retomaré el hilo de mi argumento.
martes, 16 de junio de 2009
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