miércoles, 30 de septiembre de 2009

Micheletti al descubierto

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Las medidas del presidente golpista vulneran la Constitución y empujan a Honduras al desastre

El Gobierno golpista de Roberto Micheletti ha declarado el estado de sitio en respuesta a la presencia del depuesto presidente Zelaya en la Embajada de Brasil en Honduras. Libertades como las de expresión, reunión o libre circulación, así como las garantías a los detenidos, quedarán en suspenso durante los próximos 45 días.

También en el plano internacional Micheletti ha endurecido su posición, impidiendo la entrada en el país de dos funcionarios de la OEA y el regreso del embajador de España, además de conceder un plazo de 10 días a Brasil para que defina el estatus bajo el que ha acogido a Zelaya en su legación diplomática. Con estas medidas de fuerza, Micheletti no ha hecho otra cosa que mostrar a la luz del día lo que trató de ocultar tras acceder a la presidencia en brazos del Ejército: su Gobierno es incompatible, tanto en origen como en ejercicio, con la Constitución hondureña.

Al proclamar que el estado de sitio se prolongará durante un mes y medio, Micheletti pretende llegar a las presidenciales de noviembre bajo la actual situación de hecho. Si bajo ninguna circunstancia tenía legitimidad para llamar a elecciones, ahora menos que nunca: Micheletti ha ordenado el cierre de medios de comunicación que se opongan a su Gobierno y la persecución de los opositores. Lo que, si logra seguir adelante con sus planes, se trataría de una convocatoria electoral realizada por una autoridad sin atribuciones se convertiría, además, en una pantomima que, en último extremo, revela la verdadera naturaleza del poder que se ha instalado en Honduras.

 Micheletti no ha podido adoptar disposiciones interiores tan graves como la declaración del estado de sitio sin enfrentarse a la comunidad internacional, puesto que ésta es unánime en la exigencia de restablecer el orden constitucional en Honduras. Se equivoca si piensa que su desafío se limita a la OEA, a Brasil y a España: el paso que acaba de dar aísla aún más a su Gobierno y permite observar lo que había detrás de sus inverosímiles argumentos jurídicos para deponer a Zelaya.

 La partida que se juega en Honduras afecta a una de las principales líneas de fractura en América Latina, como es la pugna soterrada entre los Gobiernos populistas encabezados por Chávez y la izquierda institucionalista, que defiende el derecho del continente a no ser una excepción a la hora de ser gobernado de manera democrática. Hasta ahora, los populistas no han conseguido capitalizar esta crisis, en la que existe un claro perdedor: el pueblo hondureño. Y mucho más si Micheletti se obstina en seguir adelante con sus propósitos. En sus manos está que la situación no evolucione hacia peor.

 Nadie puede defender la deriva política a la que parecía estar librándose Zelaya antes de ser depuesto, pero sí el orden constitucional que ha sido vulnerado. Es en nombre de ese orden en el que se le exige a Micheletti que ponga fin a este paréntesis de fuerza y que cese en sus desafíos a la comunidad internacional.

martes, 22 de septiembre de 2009

El exilio cubano no existe

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Cuando en Enero de 1998, se anunció la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, a un segmento de de la población de Miami, compuesto por cubanos de origen, les faltó poco para excomulgarlo y proclamar la formación de una nueva Iglesia Católica.


A las personas desconocedoras del fenómeno migratorio cubano y de su formación, nacida de una politización manipulada por los órganos de la inteligencia estadounidense, un hecho semejante les puede parecer insólito. Pero en realidad el asombro no llega a esos extremos, porque precisamente la manipulación que han hecho de esos sucesos las Administraciones estadounidenses, ha convertido a los principales medios de la prensa internacional, en caja de resonancia de las políticas elaboradas por Washington a lo largo de medio siglo.


Recientemente, hace apenas unas horas, el cantante Juanes realizó un concierto en la ciudad de La Habana.


Su anuncio, que en cualquier circunstancia hubiese sido percibido con naturalidad, despertó una polémica extraordinaria cuyo impulso surgió del mismo segmento miamense que estuvo a punto de excomulgar al Papa Juan Pablo II, cuando visitó a Cuba en Enero de 1998.


La polémica se ha basado en que semejante concierto en La Habana, tiene connotaciones políticas y ayuda al gobierno cubano. O sea, que las razones esgrimidas para que el concierto no se realice, surgen de las posiciones políticas de este grupo de personas. Muchos se preguntarán cómo pueden ejercer ese control y la respuesta es: por el poder político adquirido en la época que servían directamente a la CIA y muchos de ellos eran parte de la nómina de ese órgano. Con el poder político alcanzado, ejercen al mismo tiempo control sobre los escasos sectores económicos que el Condado Miami Dade posee, pero que son suficientes para financiar la poca prensa que informa a los más de dos millones de personas que viven en esa área.

Estas personas, que tienen puestos de dirección en centros de estudio, universidades, municipios el Condado Miami Dade, el estado de la Florida y tienen representación en Washington, forman un amarre con sectores de la construcción y otros relacionados, a través de las concesiones que dependen de los gobiernos locales. Es bien simple, pues todo depende del dinero y las ganancias que se generen de estos privilegios.


Este sector y a través de una prensa local con esas características y de una prensa internacional acostumbrada a repetir el diseño de las políticas de Washington con Cuba, politizan todo lo relacionado con éste país.


En Estados Unidos y en el mundo en general, los músicos, cantantes y artistas son llamados a los grandes eventos políticos sin que las críticas excedan los límites de simples opiniones personales. Ninguno de esos debates es proyectado por la prensa como una violación de normas o como un suceso anómalo.


Cuando el Presidente de Estados Unidos recibe su mandato en el mes Enero correspondiente al año de las elecciones, múltiples artistas son invitados para cantar y actuar en dicho acto. Artistas que no actúan precisamente en una plaza para el público, sino directamente para el mandatario que toma posesión. Estos acontecimientos son vistos con naturalidad. Es más, en épocas del General Pinochet en Chile, algunos artistas vinculados a este grupo de cubanos de origen, cantaron en Chile y no lo hicieron precisamente para un pueblo que llevaba en ese momento sobre sus espaldas el luto de miles de asesinados sin juicio, en fúnebres y bárbaras circunstancias, sino que lo hicieron para fiestas privadas del General, responsable de aquellos crímenes. Esta conducta, que sí tiene connotaciones políticas hondamente criticables, no recibió cobertura alguna, pasando casi desapercibida. Pinochet no era un Jefe de Estado autoritario como otros que a penas han traspasado el umbral de imponer ciertas restricciones a la expresión. Se trataba de un mandatario cuestionado por la violencia de su régimen y no precisamente por limitaciones impuestas al tipo de tenencia de propiedad o por una represión mayoritariamente social y manipulativa de la expresión. Sin embargo en el Miami de las fábulas, aquello pasó desapercibido.


Juanes quiso hacer un concierto en La Habana para cantarle a la Paz. Escogió el mejor lugar en que podía realizarse: un inmenso espacio en La Habana llamado Plaza de la Revolución. Se trata de un área donde pueden reunirse miles de personas sin paralizar la ciudad. Allí se realizan los actos políticos, pero también los culturales e incluso los religiosos, como sucedió con la visita del Papa Juan Pablo II.


Hacemos estas observaciones para destacar que quienes realmente politizan todo acto y cuanto gesto esté relacionado con Cuba, son las personas pertenecientes al mencionado grupo.


Lo triste de todo, es que aún hayan medios y muchas personas confundidas, que le adjudican características institucionales a algo que, al igual que el “Chupa Cabras” es un mito, creado en este caso, como arma de la Guerra Fría. El exilio cubano es un globo inflado. No existe. Recurrir a nombrarlo como instrumento de fe, con potestades de juicio y mando, sobre los emigrados cubanos y de otras nacionalidades, es una gran aberración.


Como colofón de este análisis debemos agregar que el segmento que irracionalmente se autonombra exilio, no está dividido. Es un segmento que tiene una sola voz.


Del otro lado, a distancia de ellos, como vecinos lejanos, viven cientos de miles de cubanos que visitan familiares, les gusta ir a Cuba, han escogido Estados Unidos para vivir porque les da la gana y para buscar nuevos horizontes de trabajo y vida.

La “voz del exilio” ese antro tenebroso, fabricado para meterle miedo a esos otros cientos de miles de cubanos, es una pobre entelequia, sostenida por mentalidades que, lamentablemente se han enfermado, doliéndose sobre la venganza y el rencor.

lunes, 21 de septiembre de 2009

No es el concierto de Juanes, pero ...


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La fotografía de arriba no tiene relación aparente con la actuación del artista colombiano en La Habana. Aunque tampoco es la imagen que en la actualidad viene a la mente de muchos cuando se habla de China. Y sí, corresponde a la China actual y fue hecha durante la celebración del recién concluido pleno del Partido Comunista Chino.


Los problemas tratados en el evento fueron fundamentalmente la corrupción y la búsqueda de medios para democratizar al partido en sus bases. Sin embargo, esta democratización interna de la organización política está lejos de lograrse y los especialistas aseguran que es más provechoso analizar el evento por lo que no se dijo que por lo que se habló. Por lo demás, dan poca esperanza a que se produjera un avance sustancial en este sentido.


Nada de lo anterior es novedoso en China, y desde hace años estamos acostumbrados a este tipo de eventos, tanto en los países donde desapareció el sistema socialista como en los que permanece, al menos como rezago ideológico y de control político.


Lo que sí vale la pena señalar, una vez más, es que esta es la nación con la cual Washington tiene relaciones plenas, que le ha prestado millones y millones de dólares a Estados Unidos durante los últimos años, cuyos productos están en todo tipo de establecimientos comerciales de este país y del resto del mundo y que ha comprado una parte considerable de los bonos emitidos por el gobierno norteamericano para sufragar desde las últimas guerras hasta los desastres financieros.


Así que con cuál China nos quedamos. Con la que nos invade con sus artículos o con la que celebra plenos del partido que recuerdan el mejor estilo soviético. ¿O con las dos?


Ahora esta otra foto:





El cantante colombiano Juanes parece haber logrado reunir más de un millón de personas en la Plaza. La cifra es importante, porque más allá de la discusión de si fue un acto político o no, lo que queda claro es que no se trató de una actividad de militancia revolucionaria. Y esa es la imagen que quería lograr Estados Unidos y por supuesto Cuba.


No se intenta aquí el hacer comparaciones simplistas con los actos de Fidel Castro. Ni siquiera invocar a Juan Pablo II. Simplemente que son miles y miles que en la isla fueron a oír a un grupo de cantantes y un sector del exilio de Miami se opuso. Así que los que al final se dieron el gusto fueron los que disfrutaron el concierto, y no los que querían que nadie lo disfrutara.


Hay una imagen poderosa: un millón de cubanos ―o un reclamo creíble de que fueron más de un millón a la Plaza a escuchar a Juanes― que asistieron a un concierto de música.


Y esa imagen va a ser utilizada y vuelta a utilizar.


¿Qué queda entonces? Podemos decir que, indudablemente, un triunfo para Juanes, Cuba y Estados Unidos (aunque el propio presidente Obama haya intentado restarle importancia al asunto o pronunciarse con una cautela adecuada). Por supuesto que el perdedor es ese sector del exilio con menos luces, que no sabe o no quiere darse cuenta de que los tiempos han cambiado. Juanes canta en Cuba y en Miami la policía tiene que intervenir en una protesta de cuatro gatos a los que no se les ocurre una mejor idea que destruir los discos del artista. Por favor, ya es hora de prescindir de esa gente, ni siquiera para el color local de la noticia.


Porque, por otra parte, esos que rompieron discos ni representan al exilio ni cuentan para nada. En La Habana podrán seguir hablando de la intolerancia de Miami ―la real y la exagerada―, pero en esta ciudad el tema se ha tratado con una amplitud, por ejemplo en los programas de televisión nocturnos, que ha sentado un buen precedente.


Lo importante en este sentido no fue estar a favor o en contra del concierto, o el manifestar que a uno le gustara o no que el evento se celebrara en Cuba, sino el rechazo ,mostrado por la mayoría del exilio, a la utilización de métodos intimidatorios a la hora de imponer un criterio.


¿Significó el concierto de Juanes un avance hacia la democracia en Cuba? El argumento del granito de arena puede resultar cursi, pero también significativo. Sin olvidar que todavía en China se celebran plenos del Partido Comunista.

jueves, 17 de septiembre de 2009

El Hombre Lobo ataca otra vez


La televisión cubana exhibió un documental en el que mostraban al exilio cubano como si fuésemos integrantes de una manada de simios embravecidos peleando a vivos gritos y dándonos golpes en el pecho para controlar el territorio de nuestras razones. El documental en cuestión fue trucado; manifestaciones de unos cuantos idiotas mezclados con multitudes, declaraciones sacadas de contexto. Pero ¿Quiénes les dieron el caldo de cultivo a los castristas para que pudieran armar tan profesionalmente ese documental?



Los políticos tienen que tener la capacidad (más que cualquier otra cosa) de poder convertir las derrotas en victorias, cuando un político se aferra a conceptos impopulares con el objetivo de convertir sus ideas en ley, y sus razones en la única verdad, pierde la pelea aun antes de empezar. Para poder ser un narcisista a carta cabal, primero debe convencer a las masas de que no se es, luego entonces (nunca antes de llegar al objetivo) una vez estén todos convencidos de que es lo que aparenta y no lo que verdaderamente es, entonces, y solo entonces, puede hacer con las masas lo que le de la gana, no antes. Pero para aprender estos pequeños, pero importantes detalles, deben los políticos estudiar a los grandes dictadores y sátrapas de la historia política de la humanidad, ninguno llegó a ningún lugar con la fuerza de la verdad sino, con la humildad de sus mentiras. Si tenemos en cuenta este concepto práctico, y más cierto que el evangelio, puede un contrincante echar la batalla, de lo contrario, que ni entre al ruedo.



Nosotros los cubanos perdimos la batalla del niño Elian González, ¿por qué? por los mismos motivos que ahora estamos a punto de perder la batalla del concierto, y aunque son dos cosas totalmente opuestas, los métodos usados por la dictadura son exactamente los mismos, sin embargo, no aprendemos, seguimos bailando al son de la música que nos toca Castro.



En la próxima pasada manifestación en contra del dichoso concierto, unos cuantos agitadores, no más de siete, quemaron camisas negras y rompieron discos del cantante colombiano en protesta por su deseo de realizar la pachanga en La Habana, todos los medios de prensa en el mundo transmitieron las imágenes y acusaron a toda la diáspora cubana de intransigentes, ultraderechistas, fascistas, falangistas y de cuanto Dios crió; mintieron y sacaron de contexto esa manifestación de libertad por usar métodos reservados solo a los extremos, nadie, ni por asomo dijo jamás que esos absurdos métodos lo usaron unos cuantos, no más de diez. Sin embargo, sí sabemos que eso es así y que siempre sucede lo mismo ¿por qué repetimos el mismo error una y otra vez? A veces me pongo a pensar y llego a conclusiones que no debía llegar, como por ejemplo: ¿Será justamente ese el objetivo? ¿Estaremos deliberadamente haciendo esas cosas para echarle la leña necesaria al fuego cruzado del descrédito internacional?



¿No aprendemos? Eso no justifica la repetición de los mismos errores. El próximo domingo veintidós, en lugar de romper discos con mandarrias, le van a pasar con una aplanadora mecánica por arriba, no solo a los discos de Juanes sino, a los de Olga Tañón, Bosé y de cuanto cantante ose subirse a la tarima con Juanes ¿Qué cosa es esa? ¿Por qué hacen eso? ¿Qué pasó con el concierto paralelo, con las críticas del exilio, con la negativa de aceptar esas manifestaciones como si fueran fruto del esfuerzo de toda la diáspora cubana? ¿No aprenden, o no quieren comprender?


A mi que me saquen de ese rollo, no estoy de acuerdo con el concierto, lo he dicho muchas veces, pero también he dicho que Juanes tiene ese derecho y debemos todos respetarlo, estando o no de acuerdo, lo que no debemos hacer, estando y sin estar, es darle los argumentos necesarios a la dictadura castrista para convertir sus reveces en victorias.

martes, 1 de septiembre de 2009

Ni Fuego ni Martillo


Practicar la moderación y la cordura en nuestras discusiones políticas no nos libra del exilio. No contribuye, de forma sustancial, al fin del castrismo o al mejoramiento de las condiciones de vida en Cuba. Tampoco ayuda a la permanencia del régimen. Simplemente facilita el entendernos mejor.


Contra este ideal de entendimiento, hay en Miami quienes a diario se declaran opositores al gobierno castrista, pero manifiestan una actitud similar a la existente en La Habana: ``con nosotros o contra nosotros''.


Las opiniones e informaciones contrarias a sus puntos de vista son consideradas un ataque y no un criterio divergente. Estas manifestaciones de intransigencia de un sector de la comunidad exiliada reflejan el ideal totalitario: no se trata de rebatir una idea, sino de suprimirla. Apelando al argumento del respeto a la comunidad, el ``dolor del exilio'' y la necesidad de no ``hacerle el juego'' a Castro, ciertos personajes de esta comunidad intentan imponer un código de lo que se debe o no se debe informar; lo que es correcto y no es correcto hacer; definir la estrategia a adoptar por Washington respecto a la relación con el gobierno cubano y excluir o santificar a priori cualquier actividad que una persona cualquiera --con independencia de su nacionalidad-- intente desarrollar en suelo cubano. El ya famoso concierto de Juanes es un buen ejemplo de ello.


La buena noticia es que esta actitud --esta bandera de lucha por demasiados años en el exilio-- en la actualidad sólo refleja el pensar y la forma de comportarse de una minoría.


El resultado de una encuesta reciente celebrada en Miami, por la firma Bendixen & Associates, muestra que la mayoría de los exiliados rechazan el romper discos del artista colombiano o la quema simbólica de una ``camisa negra''.

Se puede estar a favor o en contra del evento, considerar ingenua o manipulada la actitud del artista, celebrar uno o diez conciertos paralelos en esta ciudad. Todo ello es lógico, saludable y posible en una democracia. Sin embargo, las acciones intimidatorias, las amenazas y los actos coercitivos no tienen cabida aquí. Si el régimen de La Habana utiliza estos medios, debe ser condenado por ello, pero en ningún caso imitado.


Hasta ahora, el mejor recurso con que contaban quienes se oponían a dejarse doblegar en la práctica de un pensamiento independiente, era el apoyo que brindan las leyes y el Estado de Derecho que caracteriza a un país democrático, con independencia de sus limitaciones. A partir de este momento, se cuenta además con el respaldo de practicar un derecho que es respetado y compartido por la mayoría del exilio.

No hay que salir corriendo para La Habana para escuchar a Juanes y otros artistas cantando allí, ni siquiera se trata de apoyar sus planes, aunque sea verbalmente. En igual sentido, resulta una opinión muy respetable considerar que el concierto no va a resultar en cambio social alguno o creer que sólo servirá de propaganda al gobierno cubano. El punto clave es no recurrir a la fuerza y a la violencia --no tiene otro significado el uso del fuego y el martillo-- para imponer determinado criterio.


Queda aún por superar el dejarse amedrentar por quienes a diario intentan imponer sus criterios apelando al insulto y los ataques personales.

En cualquier debate relacionado con Cuba, los recursos empleados se repiten una y otra vez: la vejación como arma; la divulgación de mentiras, que en ocasiones se apoyan en elementos aislados de verdad pero que en su totalidad presentan un panorama falso; el enfoque demasiado estrecho, que impide una visión de conjunto y la demonización del enemigo.

Participantes catalogados de ``castristas'' y ``anticastristas'', ``dialogueros'' y ``verticales'' se enfrascan en batallas verbales, sustentadas en la utilización de un lenguaje deformado que impide una verdadera comunicación.


Esta deformación verbal se produce de dos formas. La abstracción, como un medio para despersonalizar y tergiversar las intenciones, y el deshumanizar a los opositores.


Lo que debe preocupar es que esta deformación tiene su origen en una manipulación del lenguaje, propia de los regímenes totalitarios. La supervivencia de este mecanismo, en una sociedad donde pueden expresarse las ideas sin el peligro de ir a la cárcel, es deprimente.

Tanto en el exilio como en Cuba se ha utilizado el argumento de que recurrir a éstos y otros mecanismos similares forma parte de un mecanismo de defensa, frente a la hostilidad que rodea a quienes defienden una causa. La justificación no es válida en caso alguno.

En lo que respecta al exiliado, está presente una doble agresividad, que lo convierte al mismo tiempo en víctima y victimario: hostilidad que se sufre por vivir una existencia anómala, al estar fuera de la patria, y agresión que al igual éste genera, al concentrar sus pasiones y soledad en objetivos limitados, fuera de proporción y consecuencia cuando se miran desde una óptica ligeramente distante, y al mismo tiempo practicar un orgullo nacional exagerado y en muchas ocasiones cursi.

Si el único logro del concierto de Juanes resulta demostrar que la intimidación como medio para imponer un punto de vista ya no tiene cabida en Miami, de entrada hay que considerarlo un éxito, aunque muchos no tengamos el menor interés de verlo cantando en la Plaza de la Revolución.